viernes, 16 de noviembre de 2012

TANGO Y ESCOLAZO

En psiquiatría, la pasión por el juego se conoce como ludopatía, forma parte de los trastornos obsesivos-compulsivos y todo especialista que ha tenido que lidiar con pacientes de estas características, sabe lo difícil que es encarrilarlo hacia una vida normal. La enfermedad es devastadora, ya que el individuo destruye su patrimonio y el de su familia y muchas veces termina en el suicidio, o la prisión, cuando cae en el robo para recuperar el dinero perdido.

La pasión por el juego en las letras de tango
Es difícil encontrar, si es que lo hay, algún género musical que hable de la compulsión por el juego. No me consta que el bolero y otros ritmos populares se refieran a este tópico. Pero sí lo hace el tango, que al profundizar sobre los problemas de la vida, se introduce en la temática del escolazo, un vicio frecuente del porteño.

Escolazo en lunfardo remite a cualquier juego de azar, incluyendo las carreras de caballos. Siguiendo con este léxico, surge la palabra “timba” que se limita a los juegos de salón, esencialmente los naipes.

Es interesante señalar que en la Real Academia Española existe la palabra timba que significa casa de juego o juegos de azar. Ignoro si la canónica institución la adoptó del lunfardo o si éste se apropió del término.

La poesía tanguera abunda en tal forma sobre el escolazo, que uno no sabe por dónde empezar y desde ya se ve obligado a realizar una selección, lo que implica incurrir en la imperfección de ignorar letras valiosas.

Con el objeto de lograr cierto ordenamiento, se me ocurrió dividir la temática del escolazo en la timba o juegos de naipes, en las carreras de caballos y en el empleo de la jerga timbera como metáfora.

La timba en el tango
En la vida del guapo y del compadrito, uno de los requisitos básicos para adquirir hombría y respeto ante los pares, es haber ingresado en la timba. El aprendizaje no es sencillo, pero es inexcusable y muchas veces lo que comenzó siendo una diversión se transforma en hábito descontrolado.


                          Roberto Goyeneche y Edmundo Rivero

Por culpa del escolazo, es una milonga de Mario Cecere y Roberto Grela, plagada de términos lunfardos y por lo tanto una de las canciones favoritas de Edmundo Rivero, tan habitué a esta jerga porteña. (Hacer click para escuharlo) :

Por culpa del escolazo
Me quedé bien en la vía,
Las cosas que ¡Mama mía!
Me tuve que apechugar.
Ya no podía empilchar,
Andaba misho de fasos,
Y al no gustarme el pechazo
Ni los grupos pa´ filar,
Para poder escabiar
Del whisky me fui al quebracho.

La letra describe como el protagonista, por falta de dinero, se fue desprendiendo paulatinamente de sus placeres, alejándose de los amigos, del café y reemplazando el whisky por vino ordinario. Ni hablar de gastar en mujeres:
Ya no aporté más al feca
Ni a la barra de la esquina,
Le rajaba hasta a las minas
Por si había que garpar.

El vicio descontrolado lo vemos también en el tango Mala entraña, de Celedonio Flores y Enrique Maciel:

Malandrín de la carpeta,
te timbeaste de un biabazo
el caudal con que tu vieja
pudo vivir todo un mes,
impasible ante las fichas,
en las noches de escolaso
o en el circo de Palermo,
cuando a taco y a lonjazo
te perdés por un pescuezo
la moneda que tenés.

Quienes escribieron estas letras, seguramente conocían casos de jugadores compulsivos, de otra manera no se puede describir en forma tan precisa la sintomatología del individuo presa del impulso irreprimible hacia el juego y las apuestas.
Las vueltas de la vida, de Romero y Canaro, es un caso similar, el tipo en noches de timba termina degradado a mendigo, o sea que lo ha perdido todo, incluyendo hasta el honor:
La timba más tarde, me tuvo apurado,
el juego es más perro que toda mujer
Sin plata muy pronto, me vi abandonado
y hoy mango de un peso, si quiero comer.

Tango y carrera de caballos


Obligado a realizar una selección muy estricta por problemas de espacio, me limitaré a dos tango, uno es Palermo, de Enrique Delfino y Juan Villalba/Hermido Braga. (Hacer click para escuchar  

Berretines que tengo con los pingos,
metejones de todos los domingos...
Por tu culpa me encuentro bien fané...
¡Qué le voy hacer, así debe ser!
Ilusiones del viejo y de la vieja
van quedando deshechas en la arena
por las patas de un tungo roncador...
¡Qué le voy hacer si soy jugador!

El otro tango que fue motivo de fondo musical de varias películas de Hollywood, es Por una cabeza, de Gardel y Le Pera que termina diciendo:

Basta de carreras,
se acabó la timba.
¡Un final reñido ya no vuelvo a ver!
Pero si algún pingo llega a ser fija el domingo,
yo me juego entero. ¡Qué le voy a hacer..!



Las estrofas seleccionadas en todas estas piezas muestran la impotencia del tipo que no puede abandonar el hábito, que constituye la característica más importante de quién es presa del juego compulsivo.

Metáfora timbera
El empleo de términos de la jerga timbera para aplicarlos a la vida cotidiana fue magistralmente utilizado por Celedonio Flores, poeta prolífico en este terreno. En el tango Canchero, que compuso con Arturo De Bassi, dialogando con la mina, el tipo le dice:

Para el record de mi vida sos una fácil carrera
que yo me animo a ganarte sin emoción ni final.

En el tango Cuando me entrés a fallar, del mismo autor con José María Aguilar, el guapo le relata a la mina sus vicisitudes recurriendo nuevamente a la metáfora timbera:

He rodao como bolita de pebete arrabalero
y estoy fulero y cachuso por los golpes, ¿qué querés?
Cuantas veces con un cuatro a un envido dije ¡Quiero!...
y otra vez me fui a baraja y tenía treinta y tres.

                                  Celedonio Flores (1896-1947)

En Tengo Miedo, con música de José María Aguilar, el tipo después de muchos altibajos logra encarrilar su existencia y lo relata de esta manera:

En la timba de la vida me planté con siete y medio,
siendo la única parada de la vida que acerté.
Yo ya estaba en la pendiente de la ruina, sin remedio,
pero un día dije planto y ese día me planté.

En Monte criollo de Homero Manzi y Francisco Pracánico, el guapo hace un parangón entre el destino y el juego:

La vida es un mazo marcado,
baraja los naipes la mano de Dios.

La suerte es impredecible, tan inmanejable como una mujer. “Tirate un lance, la suerte es loca, como la boca de una mujer”, cantaba Edmundo Rivero. La mujer y el juego, una constante tanguera permanente. Así se dan las cosas en el universo del dos por cuatro.

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