sábado, 8 de octubre de 2011

WALL STREET Y LOS INDIGNADOS



Parece que los norteamericanos empezaron a despertar del letargo en que se hallaban y salieron a manifestar en varias ciudades de USA exigiendo cambios en la política económica. La mayoría son jóvenes que ven su futuro conculcado por un neoliberalismo enfermo de codicia insaciable.
Hace años que la desigualdad se profundizó en forma descomunal en el país del norte. Los 400 norteamericanos más ricos con Bill Gates a la cabeza, que gracias a Bush pagan menos impuestos, tienen más riquezas que el resto de los 180 millones de ciudadanos. Los desocupados suman 14 millones y más de 40 millones están fuera de los planes de salud. Los directores ejecutivos de las grandes empresas, especialmente los bancos, reciben salarios de 100.000 dólares mensuales.
Esta situación se vino agravando a partir del gobierno de Reagan y sin embargo, a diferencia de los europeos, los norteamericanos hasta ahora no habían reaccionado. El individualismo extremo de esa sociedad es uno de los factores que podría explicar la abulia yanqui, pero principalmente tienen grabado el concepto de que los fracasos son por causa personal. La perversidad del sistema les enseñó que la pérdida de la fuente de trabajo no se debe a la inmoralidad del modelo, la causa siempre será el mal desempeño y la ineficiencia del empleado, nunca la empresa.
Hasta ayer miraban sin reaccionar como los billones de dólares de ayuda del gobierno en lugar de ser volcados a reactivar la economía iban a parar, mediante un mecanismo diabólico, a los mismos bancos que generaron la crisis. Ahora, el movimiento de indignados crece continuamente. Al principio, la prensa los ignoró con desdén, pero cada día son más y para preocupación del sistema se agregaron varios sindicatos. La policía los persigue, les prohíbe usar megáfonos y cientos de indignados fueron detenidos. Los soltaron a las 24 horas, pero quedaron fichados con el rótulo de agitadores que en el futuro les puede traer problemas para incorporarse al mundo laboral.

Desde los balcones de la bolsa y de grandes empresas, los ejecutivos los miraban con soberbia y en una señal de abierta provocación, brindaban con chapmpagne ante la vista de los indignados. La imagen, que recorrió el mundo, es un reflejo del grado de distorsión y del sálvese quién pueda que impregna a la sociedad norteamericana.


El rango de las protestas de los activistas es tan amplio como la protesta en sí. La ausencia de demandas específicas suscitó burlas en algunos sectores, pero el movimiento se cohesiona alrededor de la idea de que las políticas y la economía del país sólo benefician a la elite adinerada. “Somos más del 99 por ciento de norteamericanos comunes fuera de las ganancias económicas, golpeados por la debacle financiera e ignorados día a día en asuntos políticos que van desde educación hasta medio ambiente y guerra.”

No soy optimista, difícil que el sistema ceda un ápice, está enfermo de codicia. Con solo eliminar gran número de las bases que USA tiene desperdigada por el mundo y que no cumplen ninguna función útil, sino todo lo contrario, el país del norte resolvería el déficit fiscal. Pero nada de eso harán, porque el verdadero poder es el Pentágono y la industria de armas, cuyo principal productor es USA.

Una de las proclamas de los indignados dice: “Otra ciudad es posible, otro país es posible, un nuevo movimiento y con ese movimiento, un nuevo mundo es posible.”

El Imperio Romano duró mil años, el norteamericano todavía no llegó a los 100 y ya hace agua por los cuatro costados.

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