martes, 28 de junio de 2011

LA NOCHE DE LOS BASTONES LARGOS

Hace unas semanas, reingresó al país el científico número 800, gracias a una intensa
política de revalorización y apoyo de la ciencia argentina por parte del gobierno de la presidenta Cristina.
Cecilia Mendieve volvió de Alemania donde investigó durante 5 años en física fotónica.
El hecho fue cuidadosamente minimizado por los diarios La Nación y Clarín para evitar
toda información que pueda favorecer al gobierno.

Hace 51 años se produjo el siniestro episodio conocido como la noche de los bastones
largos, donde la ciencia argentina quedó desmantelada durante décadas. El hecho fue cuidadosamente minimizado por los diarios La Nación y Clarín para no perjudicar la
dictadura de Onganía.


                                       
El 28 de junio de 1966 una Junta Militar desplazó a las instituciones del país y “sacó”
al Dr. Arturo U. Illia de la presidencia de la Nación. Poco después entregó el poder
al dictador Juan Carlos Onganía, en ese entonces comandante en jefe del Ejército
que había jurado fidelidad a los tres poderes nacionales. Dirigió el país con una
concepción franquista, por ende autoritaria, y como no podría ser de otra manera, la emprendió contra la Universidad: las mentes estudiosas y libres no le convenían.
Hizo entrar a las fuerzas militares y policiales a hacha y fuego (en la modernidad
reemplazados por agresivos bastones) en todas las facultades.

  El 29 de julio de 1966, un mes después del golpe militar indicado, la policía
desalojó –con violencia– cinco facultades de la Universidad de Buenos Aires,
siguiendo órdenes del dictador. Cuatrocientos estudiantes y docentes fueron
detenidos: 1400 de ellos renunciarían poco después. Se había producido el
vaciamiento intelectual de la Argentina.

  “Ese 29 de julio era viernes. A las tres y media de la tarde, las radios
difundieron el decreto ley 16.912: los rectores de las universidades se
transformaban en interventores, es decir, delegados del Ministerio de Educación.
Se prohibía toda actividad política y se anulaba el sistema de gobierno tripartito
integrado por estudiantes, docentes y graduados. El decreto firmado por Onganía
daba 48 horas de plazo a autoridades y profesores para aceptar; en caso contrario,
los cargos serían considerados vacantes.”



Así comienza la nota de Juan Carlos Fustinoni, hijo del Decano Osvaldo Fustinoni
quién fue profesor nuestro en la Cátedra de Semiología cuando cursábamos los
estudios de medicina.
El obtuso y fundamentalista general de caballería con apoyo del Opus Dei y sectores
de ultraderecha, desmantelaron la ciencia en nuestro país en una forma tan
devastadora que recién a partir del año 2003 comenzó a recuperarse y repatriar
científicos.
Al mismo tiempo entre marchas patrioteras de falsa soberanía comenzaron a
producirse en serie los decretos que someterían al país a una dictadura rígida que
permitiría el vaciamiento de la industria nacional. Onganía era de pocas luces, pero
en su ayuda acudió solícito Mariano Grondona quién solía escribirle sus discursos.


Onganía fue un personaje detestado por la ciudadanía y el único lugar donde pudo
sentirse cómodo fue en la Sociedad Rural Argentina donde los terratenientes lo
aplaudieron efusivamente cuando se presentó en una vetusta carroza.
El arrogante y soberbio general de caballería se fue con el rabo entre las piernas
cuando el pueblo de Córdoba, como respuesta a las fábricas cerradas y el
desempleo, se levantó entero en esa epopeya que fue El Cordobazo.


Se fue con pena y nada de gloria, pero el daño que produjo al país y a la ciencia
duró décadas.
Sin embargo, todavía faltaba lo peor.


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